Esta ha sido la experiencia en México – una aclaración que continuamente repetí durante mi ponencia en el Congreso Internacional Justicia Restaurativa y Sistema Penal para Adolescentes en La Paz, Bolivia. Es innegable que la experiencia mexicana comparte la herencia que el sistema tutelar dejó en los países centro y sudamericanos. Este sistema adaptado de iniciativas norteamericanas marcó una generación no solo de niños, niñas y adolescentes, sino también de instituciones y escuelas de pensamiento. El sistema tutelar nos debió de haber enseñado que no podemos considerar a la persona adolescente como un ser incompetente e incompleto, sino que es una persona en desarrollo. Nos enseñó que no es rentable para el Estado tener un papel pater familiae, sino que las instituciones de otros sistemas de protección deben de poder colaborar en conjunto por una restauración del tejido social y entonces el Estado en su ejercicio democrático debe de restituir las garantías de los más vulnerables que han tenido contacto con el sistema de justicia. Más importante, considero que en México nos enseñó la importancia de la dignidad humana inherente de las personas adolescentes.
En la mayoría de los foros donde he tenido el honor de intercambiar experiencias en el sistema de justicia integral para adolescentes, la temática ha sido en groso modo enfocada en los aspectos técnicos bajo los cuales opera el sistema de justicia, como el proceso judicial, tratamiento en centros de detención, programas para adolescentes en sus comunidades, entre otras.
Durante mi participación en el Congreso Internacional pude identificar un sentimiento en común con otros colegas de diversas partes del continente. Los que por décadas han luchado por un sistema de justicia para adolescentes más garantista y aquellos que nos hemos reunido a esta causa recientemente, hemos identificado que a raíz de la ineficiencia de los sistemas de protección de la niñez que deben de coadyuvar al sistema de justicia, el Estado se encuentra en peligro de volver a tomar una mirada de sobre protección, un neo tutelarismo.
La sociedad tiene la expectativa de tener comunidades más seguras, demanda justicia y demanda seguridad. Un sistema de justicia puede proveer lo primero, mas lo segundo es el resultado de esfuerzos en conjunto de otras áreas del aparato del Estado. Por ejemplo, no podemos dejar a un lado la importancia de la prevención, como tampoco podemos ignorar las consecuencias de que una persona adolescente sea parte de un sistema de justicia ineficiente. Peligrosamente se puede presentar un neo tutelarismo cuando el sistema de justicia tiene que nuevamente tomar la tarea de brindar todas las garantías y protecciones a los adolescentes. Un ejemplo claro son los adolescentes en conflicto con la ley con problemas de consumo de sustancias. Deben de existir agencias coadyuvantes parte de un sistema de protección que brinde apoyo al sistema de justicia para adolescentes durante el proceso judicial cuando está presente la presunción de inocencia.
Durante el Congreso Internacional pude encontrar la esperanza de contar con agencias y organizaciones diversas sumándose al proceso de restitución de derechos de las personas adolescentes. Con certeza, creo que un proceso similar puede suceder en México. Los operadores del sistema se han dado cuenta ya del valor del involucramiento de la sociedad civil y la corresponsabilidad de otras dependencias de gobierno.
Eventos como el Congreso Internacional en Bolivia nos recuerdan este principio de colaboración que no debemos de perder en ningún momento. Extiendo mi agradecimiento por la oportunidad de formar parte de tan importante foro.
Esta ha sido la experiencia en México – una aclaración que continuamente repetí durante mi ponencia en el Congreso Internacional Justicia Restaurativa y Sistema Penal para Adolescentes en La Paz, Bolivia. Es innegable que la experiencia mexicana comparte la herencia que el sistema tutelar dejó en los países centro y sudamericanos. Este sistema adaptado de iniciativas norteamericanas marcó una generación no solo de niños, niñas y adolescentes, sino también de instituciones y escuelas de pensamiento. El sistema tutelar nos debió de haber enseñado que no podemos considerar a la persona adolescente como un ser incompetente e incompleto, sino que es una persona en desarrollo. Nos enseñó que no es rentable para el Estado tener un papel pater familiae, sino que las instituciones de otros sistemas de protección deben de poder colaborar en conjunto por una restauración del tejido social y entonces el Estado en su ejercicio democrático debe de restituir las garantías de los más vulnerables que han tenido contacto con el sistema de justicia. Más importante, considero que en México nos enseñó la importancia de la dignidad humana inherente de las personas adolescentes.
En la mayoría de los foros donde he tenido el honor de intercambiar experiencias en el sistema de justicia integral para adolescentes, la temática ha sido en groso modo enfocada en los aspectos técnicos bajo los cuales opera el sistema de justicia, como el proceso judicial, tratamiento en centros de detención, programas para adolescentes en sus comunidades, entre otras. Fue sumamente interesante compartir la sala con
Durante mi participación en el Congreso Internacional pude identificar un sentimiento en común con otros colegas de diversas partes del continente. Los que por décadas han luchado por un sistema de justicia para adolescentes más garantista y aquellos que nos hemos reunido a esta causa recientemente, hemos identificado que a raíz de la ineficiencia de los sistemas de protección de la niñez que deben de coadyuvar al sistema de justicia, el Estado se encuentra en peligro de volver a tomar una mirada de sobre protección, un neo tutelarismo.
La sociedad tiene la expectativa de tener comunidades más seguras, demanda justicia y demanda seguridad. Un sistema de justicia puede proveer lo primero, mas lo segundo es el resultado de esfuerzos en conjunto de otras áreas del aparato del Estado. Por ejemplo, no podemos dejar a un lado la importancia de la prevención, como tampoco podemos ignorar las consecuencias de que una persona adolescente sea parte de un sistema de justicia ineficiente. Peligrosamente se puede presentar un neo tutelarismo cuando el sistema de justicia tiene que nuevamente tomar la tarea de brindar todas las garantías y protecciones a los adolescentes. Un ejemplo claro son los adolescentes en conflicto con la ley con problemas de consumo de sustancias. Deben de existir agencias coadyuvantes parte de un sistema de protección que brinde apoyo al sistema de justicia para adolescentes durante el proceso judicial cuando está presente la presunción de inocencia.
Durante el Congreso Internacional pude encontrar la esperanza de contar con agencias y organizaciones diversas sumándose al proceso de restitución de derechos de las personas adolescentes. Con certeza, creo que un proceso similar puede suceder en México. Los operadores del sistema se han dado cuenta ya del valor del involucramiento de la sociedad civil y la corresponsabilidad de otras dependencias de gobierno.
Eventos como el Congreso Internacional en Bolivia nos recuerdan este principio de colaboración que no debemos de perder en ningún momento. Extiendo mi agradecimiento por la oportunidad de formar parte de tan importante foro.